Revolución #160, 29 de marzo de 2009
Estrategia revolucionaria, forjando un pueblo revolucionario
Nota de la redacción: A continuación la cuarta entrega del texto de una charla que dio Bob Avakian, “Salir al mundo — como una vanguardia del futuro”, ante un grupo de miembros del partido en la primera parte de 2008. Se ha revisado y se le ha agregado algunas notas en preparación para su publicación.
Forjando un pueblo revolucionario: esto tampoco se trata de caer en el idealismo o el voluntarismo, pensando y actuando como si pudiésemos “evocar” un pueblo revolucionario con la mera voluntad de hacerlo o a través de alguna clase de enfoque lineal de simplemente hacer agitación sobre la necesidad que tiene la gente de volverse revolucionaria — ciertamente nosotros deberíamos estar haciendo eso y mucho más de eso, pero no en un sentido lineal, no como parte de un enfoque lineal. Más bien se trata de que nosotros seamos de veras una vanguardia comunista y revolucionaria —y de actuar así— y eso quiere decir llevar a cabo todo el paquete del “qué hacerismo enriquecido” (un punto al que también retornaré después).
La estrategia del FUbDP
Primero, algunas observaciones breves concernientes a la orientación estratégica del Frente Unido bajo la Dirección del Proletariado (o FUbDP). Con respecto a esta estrategia del Frente Unido bajo la Dirección del Proletariado, es importante discutir esto en relación a la identificación de las fuerzas impulsoras claves para hacer la revolución, es decir, para lograr vencer la primera gran cuesta de tomar el poder — y reconocer que en ciertos aspectos importantes, esto incluye una relación contradictoria con ese proceso de identificación. Otra vez de una manera muy importante pesa la cuestión de la reificación — o de no caer en la reificación. Lo que se volvió el modelo del movimiento internacional —no solo en la Segunda Internacional de partidos socialistas (y algunos auténticos partidos comunistas) antecediendo a la Primera Guerra Mundial1, pero en un grado significativo después de Lenin, en el movimiento comunista bajo la dirección de Stalin, en particular desde finales de los años 1920 hacia adelante— era la noción de que se construye un movimiento de masas, de hecho en gran parte un movimiento sindicalista de la clase obrera, y que de repente bajo las condiciones correctas eso llevará a una huelga general (o en su mejor expresión, hacia una insurrección). Pero esto no es la manera en que se va a hacer una revolución proletaria; históricamente no es la manera en que se ha hecho tal revolución y no es la manera en que se puede hacer una revolución en el mundo como lo es hoy.
“Resultados palpables”: economismo, reformismo y revisionismo
Aquí viene al caso hablar una vez más, brevemente, sobre toda la orientación fundamentalmente errónea de tener por objeto “resultados palpables”. Tal vez mucha gente no entienda lo que eso significa: significa no solamente arrancarle reformas al sistema sino centrar la lucha en eso. Eso no quiere decir que está mal luchar por ciertas reformas y de hecho tratar de ganar tales luchas, pero sí es completamente erróneo hacer de eso el enfoque estratégico —o como Lenin lo dijo, “los medios más ampliamente aplicables”— para construir un movimiento revolucionario (o de acercarse hacia el socialismo, el que se conciba en términos revolucionarios o no). Como ustedes saben, Lenin escribió ¿Qué hacer? para refutar todo ese enfoque, el cual correctamente criticó como economista y revisionista — una traición de la revolución de parte de los llamados comunistas. Pero luego, después de Lenin, echó raíces cada vez más otra idea — de gradualismo y de integrarse a las luchas cotidianas de la clase obrera y volverse el mejor luchador en esas luchas y sobre esa base supuestamente ganarse la lealtad de las masas para un programa más amplio.
Eso me devuelve al punto estratégico importante al cual me referí antes: cómo se separó históricamente el movimiento comunista del movimiento laboral. Por ejemplo, volviendo a la Alemania de principios de los años 1930 —no tenemos tiempo para adentrarnos en esto de manera profunda pero sí encierra un punto interesante y significativo—, parece que de un estudio de la historia del movimiento comunista, 1934 fue un punto de viraje importante no solo en el movimiento comunista en general sino también con respecto a la Unión Soviética en particular, y específicamente el pensamiento de Stalin. Cuando Hitler llegó al poder en 1933, había una orientación general en el movimiento comunista internacional (el cual era liderado por Stalin) sobre cómo iban a construir un frente unido, y al principio esto era de una forma más o menos “de izquierda” asociada con la línea expresada por R. Palme Dutt, la cual presentaba la contradicción esencial de entonces como comunismo o barbarismo: la concepción era que el fascismo representaba la dirección en que todo el capitalismo estaba encaminado, que eso solamente podría arrastrar a la sociedad hacia el barbarismo y la respuesta era oponérsele con el comunismo de una especie de forma de economismo “de izquierda”2. Pero cuando en 1934 en Alemania el movimiento comunista fue aplastado y el partido comunista ahí fue completamente diezmado, con la muerte y/o el encierro en campos de exterminio de gran cantidad de sus miembros y seguidores, eso propició ciertos cambios claros en el pensamiento prevaleciente en el movimiento comunista internacional, y el resultado fue la adopción de la línea de Dimitrov del Frente Unido Contra el Fascismo3 y el enfoque general de pretender unirse con el “sector democrático” de la burguesía y los imperialistas occidentales contra el imperialismo alemán en la forma del nazismo. Eso representó una suerte de “salto” de la forma de economismo “de izquierda” —la cual en esencia consideraba que la burguesía ya no fuera capaz de defender los logros anteriores de la sociedad burguesa, ni siquiera en términos del desarrollo de las fuerzas productivas y específicamente la tecnología—, a una línea abierta derechista que dividía la burguesía, y los estados imperialistas, entre los que eran fascistas y a quienes por lo tanto se les señalaría exclusivamente como el enemigo, y los que aún defendían la democracia y la civilización contra el embate de los fascistas y que por consiguiente deberían ser los cuales con quienes aliarse.
Bien, no quiero apartarme mucho del tema, pero quisiera enfatizar el impacto que tuvo en el movimiento comunista internacional y específicamente en Stalin, cuando en 1934 en lo esencial quedó aniquilado el Partido Comunista alemán. Es importante entender que estamos hablando de un movimiento y organización comunista verdaderamente de masas: el Partido Comunista alemán en ese período (y hasta 1933) contaba con una poderosa representación en las centrales obreras, tuvo millones de votos en las elecciones parlamentarias — no tantos como Hitler al momento de su nombramiento como canciller, pero millones de votos. Los comunistas alemanes lideraron verdaderos movimientos de masas. Inclusive libraron combates callejeros. Pero lo que no dejaron a un lado fue un enfoque básicamente economista, aun cuando a menudo le dieron una expresión combativa. En realidad nunca bregaron con la cuestión de cómo llegar de hecho a la revolución, salvo la noción de que esto pasará más o menos como una extensión de un sindicalismo combativo en efecto — estoy simplificando de manera exagerada, pero lo que dijo efectivamente señala la esencia de todo eso.
La separación del movimiento comunista del movimiento laboral: el movimiento comunista como un movimiento revolucionario
Mientras el movimiento comunista y la lucha por el socialismo iban hacia adelante después de esa experiencia —particularmente cuando el centro de todo eso se trasladaba hacia China y en general hacia el tercer mundo—, se dio un claro paso de alejarse de la idea de que el comunismo se basaba en los sindicatos y en el movimiento laboral. No se trataba de decir que los comunistas ya no hicieran trabajo dentro de las centrales obreras o entre los trabajadores en esos sindicatos, sino que claramente lo que Mao planteó —y específicamente la estrategia de la guerra popular prolongada— representó una orientación estratégica muy diferente a la de centrar el trabajo en los sindicatos. Bien, cabe recordar que la valiosa contribución de Mao sobre la estrategia de la guerra popular prolongada en China estaba basada en gran parte en el resumen de algunas de las experiencias devastadoras de cuando los comunistas sí estuvieron trabajando en los sindicatos obreros y donde organizaban a los trabajadores de la industria en las ciudades grandes, y cómo los masacraron las fuerzas de Chiang Kai-Shek en 1927. Una vez más, ahora no nos da tiempo para analizar toda esa historia4, pero lo fundamental es que el aporte de Mao de la estrategia de la guerra popular prolongada representó un avance decisivo, un enfoque totalmente nuevo, en cómo hacer la revolución en un país como China, y la guerra popular prolongada incluía una profunda separación entre el movimiento comunista y la lucha por la revolución por un lado, y los sindicatos y el movimiento laboral por el otro, en términos de cuáles eran el centro y el eje del trabajo revolucionario. Y en general ha sido así en el caso de las iniciativas serias para hacer la revolución en los países del tercer mundo desde ese entonces.
Pero esta separación histórica (la separación del movimiento comunista y revolucionario del movimiento laboral) no solamente tiene aplicación e importancia en el tercer mundo. Otra vez, no se trata de la importancia de la participación, particularmente de los sectores más profundos del proletariado, en las luchas sindicalistas y de construir organización entre los obreros en esas esferas — a la vez que en lo fundamental se lleva a cabo todo esto como parte de construir un movimiento revolucionario y no economista. Eso sí es importante. Pero se pregunta: ¿cómo identificar de qué se trata el núcleo y la esencia de la lucha y cómo llegará a estar en una posición de hacer una revolución?
En cierto sentido, esto retoma la metáfora sobre el mapa multicolor y de múltiples capas5. Por ejemplo, piensen en lo que Mao dijo respecto a cómo formó el ejército popular y cómo lanzó los primeros levantamientos que se convirtieron en el inicio de la guerra popular: relató cómo se apoyó en lo que llamaba los “elementos valientes” (los elementos semi-lumpen) porque éstos estaban más dispuestos a combatir y a morir. Así es la manera, digamos, en que Mao aplicó el “mapa multicolor y de múltiples capas”.
Fuerzas para la revolución, fuerzas para rehacer la sociedad: unidad y contradicción
Otra manera de explicar este punto general es que las personas que podrían ser la columna vertebral de la lucha por la revolución y en particular por la toma de poder no serán las mismísimas personas que constituyen los sectores más profundos y a lo hondo del proletariado. Habrá cierto traslape, o sea, entrarían en el proceso algunas personas de ambas esferas, pero las fuerzas combatientes principales (para decirlo así) no serán idénticas ni siquiera a los sectores más profundos y a lo hondo del proletariado como tal y tampoco serán idénticas a las fuerzas que tienen que ser la columna vertebral en términos de construir una economía socialista, una vez tomado y consolidado el poder. Entender eso en esencia así como en su complejidad es parte de romper con el economismo y con la reificación.
Bien, Mao se topó con muchas dificultades a causa de haberse apoyado en esos “elementos valientes” de los que hablé, así como del hecho de que en el campo, donde la guerra popular estaba centrada, la fuerza más importante en que se apoyaba fue el campesinado. Mao escribió muchos ensayos sobre la mentalidad de “guerrilleros errantes” y otras tendencias erróneas que existían entre los campesinos pobres y entre los elementos semi-lumpen contra las cuales se tenía que librar una lucha enérgica. El ejército revolucionario de China tenía puntos formales de atención y puntos de disciplina por otra razón aparte de la importancia de dejar asentado un principio general. Los problemas que ellos estaban confrontando eran muy reales. Cuando en esos puntos de atención y de disciplina, se decía “no hagas ‘esto’ o no hagas ‘aquello’” — bueno, el ‘esto’ y el ‘aquello’ (tales como tomar cosas de las masas sin pagar por ellas) era lo que los mismos integrantes del ejército revolucionario lo estaban haciendo. Así que la dirección tenía que decir, no hagas eso —nuestra propuesta es de hacer algo mucho más grande, de cambiar radicalmente toda la sociedad, lo cual solo se podía concretar apoyándose en las masas populares y lo que ustedes están haciendo se contrapone a eso y lo socavan. Ahora bien, hicieron algo aún más fundamental que aplicar estas reglas y reglamentos (los puntos de disciplina y los puntos de atención): llevaron una lucha ideológica en las bases de la revolución; pero al mismo tiempo sí necesitaban de esas reglas y puntos de disciplina.
Y si uno está bregando en serio con todo esto, al ver hacia el futuro se puede imaginar cómo se van a presentar las cosas. Tenemos que entender que todo esto abarcará una combinación muy compleja de personas, incluidos los jóvenes en particular, provenientes de diferentes sectores de la sociedad y que espontáneamente tienden a ver el mundo desde diferentes ángulos, pero que están unidos bajo la dirección de una vanguardia comunista con la finalidad de luchar por la revolución y que están cada vez más bajo la influencia y la inspiración de la orientación comunista y el objetivo de una sociedad radicalmente nueva, de conformidad con esa orientación. La reificación y el economismo solamente nos alejarán del proceso de bregar con las profundas y complejas contradicciones que encierra en proceso material de construir un movimiento revolucionario y cuando llegue el momento, de librar la lucha por la toma de poder revolucionario.
En esta conexión, cabe recordar una discusión que describí en mi autobiografía (From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist)6. Habíamos un grupo de nosotros hablando en la casa de alguien en Oakland (no recuerdo exactamente de quién), yo, David Hilliard, Bobby Seale y Masai Hewitt (quien era un líder de los Panteras Negras en Los Ángeles). Estábamos discutiendo sobre cuál sería la fuerza decisiva para la revolución: proletariado, lumpen proletariado... proletariado, lumpen proletariado. Y finalmente Masai, quien tenía antecedentes en el “marxismo clásico”, nos dotó de su resumen de la posición de los Panteras al respecto diciendo: “La ideología es proletaria, la fuerza es el lumpen proletariado”. Bien, eso estaba mal y era ecléctico pero no es para decir que no había nada de cierto en lo que Masai decía. Cabe reflexionarlo. Tal como él la expresó, esa posición es exageradamente simple, muy reduccionista — la revolución será una mezcla y proceso mucho más complejo y rico. El mapa multicolor y de múltiples capas entrará en juego también. Si uno está considerando en serio cómo en realidad formar un movimiento revolucionario, es necesario estar pensando en la mezcla de todas estas cosas y específicamente: de dónde van a venir las fuerzas quienes en realidad van a luchar hasta el final por esta revolución, de dónde vendrán las fuerzas a quienes es posible ganarse a apoyarla, y así sucesivamente, sin caer en posiciones mecánicas al respecto y sin trazar líneas artificiales que excluyan a gente — de eso no se trata.
Todo esto tiene mucho que ver con la cuestión de cómo surgirá un pueblo revolucionario y la cuestión de cómo puede surgir una situación revolucionaria.
Como lo mencioné antes, también está la cuestión de requerir fuerzas impulsoras para la revolución en el caso de que llegue el momento de vérselas con la toma del poder —y construir un movimiento revolucionario el cual en un sentido fundamental y estratégico está apuntando a todo eso— y por otro lado (y es un “por otro lado”, a un grado significativo), las fuerzas para la transformación socialista una vez que se haya logrado tomar y consolidar el nuevo poder estatal, un poder estatal revolucionario: la dictadura del proletariado. Entre estas dos fuerzas hay identidad y traslape, pero también hay una diferencia significativa. Como lo he señalado antes, cuando se está en una sociedad socialista y enfrentado al reto de llevar adelante la construcción de una economía socialista y de manejar la relación entre eso y la continuación de la transformación socialista de la sociedad en general hacia el objetivo del comunismo, si no se gana al proletariado —y en este sentido estoy hablando de esos trabajadores que en realidad participan en la producción—, si no se ha ganado a un sector significativo de ellos y si no se sigue integrando a sectores más amplios de ellos, sino que se lanzan llamados generales tales como “produzcamos todos por el socialismo y por la revolución mundial” y todos ellos responden: “¡Al carajo todo eso!” — bueno, ¡se estará en un gran lío! Y no se puede esperar que se gane a esa gente después de que se haya tomado el poder, aunque dicha toma efectivamente generará la base y la libertad para hacerlo así a una escala mucho mayor. De lo que se trata es de un proceso de estar “ganándose” a sectores importantes de ellos como parte de construir el movimiento revolucionario.
Pero, para repetir, el proletariado también es una cosa que cambia y está en movimiento. Yo aludí anteriormente al hecho de que el proletariado bajo el socialismo no es el mismo proletariado que bajo el capitalismo y en ambos casos, el proletariado no es el mismo que una concepción reificada del proletariado. Y después de todo, las personas que tal vez sean estrictamente hablando “semiproletarios” en la sociedad actual —personas que raras veces tienen empleo como proletarios y que se ven obligadas a buscar otros medios para lograr subsistir— pueden volverse proletarios en una sociedad socialista — pueden tener empleo y recibir capacitación e inspiración para hacer el trabajo productivo del que hoy están efectivamente excluidas por el funcionamiento del sistema capitalista y las acciones del estado capitalista. Así que, para repetir, se trata de ser capaz de manejar la realidad que es compleja y que está cambiando constantemente y en movimiento. Es algo parecido a los electrones (y algunas otras partículas subatómicas); están en un lugar, pero al mismo tiempo se están moviendo. También es así con las fuerzas sociales que uno está ganándose — y sí, poniendo en marcha para hacer una revolución. (He escuchado que algunas personas están objetando nuestra manera de usar palabras como “cosechar” y “poner en marcha” en relación a ganarse y organizar a los contactos políticos y fuerzas sociales — dicen que concebir y hablar de las cosas de esta manera [“cosechar” y “poner en marcha”] es una manifestación del “instrumentalismo” hacia la gente. Bueno, no estoy de acuerdo con eso. Lo siento, nuestro partido no es una sociedad de debate humanista y en lo que estamos metidos no es un juego de sala. No quiero negar ni denigrar la importancia de no acercarse a la gente de una manera instrumentalista, pero nosotros tenemos que organizar y sí, dirigir a la gente —y en el sentido correcto y necesario, poner en marcha a las fuerzas— para hacer una revolución en los hechos; y a la hora de la verdad, será necesario poner en marcha la fuerza material para enfrentar y derrotar la fuerza material contraria, con la finalidad de hacer una revolución. Se tiene que hacer eso, sí, sobre la base ganarse a la gente a esto sobre la base de su conciencia, pero después es necesario — vayamos al grano, para hacer una revolución es necesario dirigir a esta gente a actuar de una manera organizada y disciplinada. La gente no va a hacer una revolución saliendo a poner flores en los barriles de los rifles del otro bando cuando llegue la hora de la verdad o diciendo “oyyyeee… her-ma-no, que obtengamos otro mundo, qué me dices…”. Bien, nosotros sabemos lo que dirá —y hará— el enemigo al respecto. Para construir un movimiento revolucionario y hacer una revolución, se tiene que dirigir a la gente de manera organizada y disciplinada. Sí, en lo fundamental la gente tiene que estar actuando sobre una base consciente y voluntaria. Y sí, tenemos que aprender de la gente al mismo tiempo que la estamos dirigiendo. Pero tengamos claridad acerca de lo que eso implica y cuáles son nuestras responsabilidades como vanguardia — o no seremos capaces de hacer nada bueno con respecto a las masas populares y sus intereses fundamentales.)
Todo esto presenta otra dimensión mayor y arroja más luz sobre la importancia decisiva de la ruptura con el economismo y con el determinismo revisionista. Al mismo tiempo, después de todo existe la importancia fundamental de tener unos sólidos cimientos del materialismo dialéctico y de aplicarlo de manera consecuente y sistemática, y no el idealismo y el voluntarismo. No se puede hacer la revolución sin una fuerza revolucionaria de millones de personas. Pero se pregunta: ¿sobre qué base y para qué fines se forja y se desarrolla una fuerza revolucionaria de millones de personas? Tiene una gran importancia para lo que hemos enfatizado sobre la necesidad de desarrollar y forjar un núcleo sólido lo suficientemente fuerte que, en particular en el momento cuando se madure la situación revolucionaria, pueda aguantar el “gran oleaje de la pequeña burguesía” (el fenómeno en que millones de personas entrarán la vida política y aun a la lucha revolucionaria pero que lo harán desde la posición de la pequeña burguesía [o clase media] o que de todos modos participarán en las cosas desde el punto de vista que corresponde a esa clase). En ese momento, será crucial haber desarrollado una fuerza lo suficientemente poderosa respecto al número de personas que tiene y en lo fundamental respecto a su adhesión a la perspectiva comunista, que pueda constituir una fuerza lo suficientemente cohesionada como para ganarse a millones y millones de masas más a su lado y a su causa en el momento indicado, cuando llegue la hora de la verdad y entre en juego todo (aunque eso abarque una lucha más prolongada de la que previamente se haya concebido — como explica “Sobre la posibilidad de la revolución”).
No se puede hacer la revolución sin una fuerza revolucionaria de millones de personas y esa fuerza va a surgir —no a causa de ningún apriorismo ni reificación de nuestra parte sino que por tener un análisis materialista dialéctico, podemos entender que va a surgir en gran medida— de la gente de la base de la sociedad, pero no de acuerdo a una noción clásica y purista del PRO-LE-TA-RI-A-DO (en mayúscula) ni hablar de ninguna noción economista de “LA CLASE OBRERA”, especialmente tal como está identificada esencialmente con “EL MOVIMIENTO LABORAL”.
Una vez más sobre asuntos de orientación revolucionaria estratégica
Al mismo tiempo, la revolución, en particular la revolución comunista, no se hace —y nunca se podrá hacer— contra la pequeña burguesía. Eso no es ni el objetivo ni una estrategia que pueda tener éxito. Tenemos que captar firmemente la necesidad indispensable de tener una realineación estratégica, de conformidad con la estrategia del FUbDP y en términos esenciales con la manera en que logramos eso. Tenemos que entender en este contexto y para este propósito la importancia de las tres condiciones de Lenin para una insurrección (o en general para la lucha por la toma de poder, sobre todo en un país imperialista) y en particular la tercera de esas tres condiciones, es decir, la parálisis de los amigos débiles, fríos e indecisos de la revolución (una condición que sintetiza “Sobre la posibilidad de la revolución”) así como el punto sobre el “paracaídas”, específicamente cuando se “cierre” el paracaídas en el momento álgido de la crisis revolucionaria — o sea, la movilización de amplios sectores de las masas, de diferentes capas, alrededor del núcleo sólido de la revolución comunista, liderado por la vanguardia del partido7. Pero también es importante enfatizar que implicará el “cierre” relativo, no absoluto, del paracaídas, ya que aún en ese momento habrá contradicción y movimiento en direcciones contradictorias.
Al mismo tiempo, es crucial tener en mente que el paracaídas “se abrirá” después de la consolidación del nuevo poder estatal revolucionario. Este es un fenómeno objetivo y no es un asunto de “lo que permitiremos”. Recordemos al ataque simplista de Enver Hoxha contra el análisis teórico general de Mao sobre la burguesía en el partido —sobre cómo, en particular en la sociedad socialista, las fuerzas más importantes que representan a la burguesía están concentradas dentro del partido comunista mismo, sobre todo en los niveles más altos, y cómo los elementos burgueses (o las personas que siguen el camino capitalista) dentro del partido están trabadas continuamente y a menudo agudamente en lucha con aquellos que están resueltos a llevar hacia adelante la lucha revolucionaria y la transición hacia el comunismo. Hoxha dijo que Mao no debió haber permitido a la burguesía en el partido. En realidad, Hoxha estaba acusando a Mao de “liberalismo”; en efecto si no literalmente, Hoxha estaba diciendo que Mao debió haber cortado más cabezas — de acuerdo a Hoxha, Mao debió haber cortado simplemente la cabeza de la burguesía8. Ese argumento ignora la base material para la regeneración constante de la burguesía en la sociedad socialista —o convierte en un principio lo de permanecer ignorante acerca de dicha base material— debido a la misma naturaleza del socialismo como transición del capitalismo al comunismo y por qué los elementos burgueses no solamente surgirán en el partido comunista sino que pretenderán establecer cuarteles generales dentro del mismo y con el tiempo tomarán el control del partido comunista, porque el partido es la institución dirigente y más decisiva en la sociedad socialista9.
No se trata todo esto de “lo que permitiremos”, sino de lo que el materialismo y la dialéctica nos enseña que pasará — y cómo nosotros manejamos esa necesidad, cómo transformamos eso hacia nuestros objetivos fundamentales de revolución, socialismo y a la larga comunismo a través del mundo.
Pero, para retornar a un punto importante relacionado con el reto de hacer la revolución en realidad (y específicamente vencer la primera cuesta de tomar el poder), tenemos que tomar en cuenta el “cierre” del paracaídas con la aproximación y luego la maduración de una situación revolucionaria, porque eso es una parte importante de lo que hará que una revolución sea posible. ¿Cómo realizamos el trabajo en preparación para una situación y cómo llegamos a estar en una posición de aprovechar una situación, donde sí queda al descubierto que todos estos otros programas (que en lo fundamental representan fuerzas de clase en la sociedad cuyos intereses corresponden a la búsqueda de algunos ajustes y a la larga una acomodación al sistema existente) tienen limitaciones respecto a la resolución de la crisis aguda, la situación desesperada de gran cantidad de personas y la determinación de obtener un cambio radical? ¿Cómo le damos vida a este trabajo mediante la agitación y propaganda, combinada con la experiencia concreta de las masas de chequear diferentes líneas y programas durante un período de tiempo y especialmente en una situación de crisis aguda? No solo se trata de decir simplemente que “todos nosotros ya sabemos del ‘cierre’ del paracaídas, que nos cercioremos de que no olvidemos el momento cuando ‘se abrirá’ el paracaídas después, en caso de que la revolución tenga éxito y de hecho se cree una nueva sociedad socialista”. ¡No, no olvidemos el “cierre” tampoco… o no “se abrirá”, es decir, no habrá ninguna revolución, no habrá ninguna toma de poder por las fuerzas revolucionarias y ni siquiera tendremos la oportunidad de bregar con todas las complejidades de dirigir una sociedad socialista — en un verdadero sentido enloquecedor aunque fundamentalmente vigorizador!
Ahora, que quede claro, no solamente es necesario pensar continuamente y forcejear sobre la manera en que se hará la revolución, sino que también se tiene que pensar científicamente y analizar científicamente la cuestión de qué pasa después de la toma de poder y cómo se va a manejar las nuevas contradicciones que aparecerán —o las nuevas expresiones que las contradicciones asumen— en esa situación radicalmente diferente. Incluida en todo eso está la cuestión de “los cambios en la composición social y de clase” que se dan en el curso de la transformación socialista. Esto retoma la discusión anterior sobre los individuos y las clases y la orientación y enfoque correcto hacia eso, en contraposición a la idea que dice que el proletariado (u otras clases explotadas tales como el campesinado) es una clase no diferenciada, estática, reificada y sin cambio tanto en la actualidad como en la futura sociedad socialista.
1 La Segunda Internacional existió de 1889 a 1916. A pesar de la participación de unos auténticos partidos comunistas, sobre todo los bolcheviques de Rusia liderados por V. I. Lenin, en lo básico la Segunda Internacional no fue revolucionaria. La gran mayoría de los partidos de la Segunda Internacional se habían acostumbrado a los “tiempos de paz” y se habían empantanado en el parlamentarismo y en otras formas de “colaborar dentro del sistema”. No tuvieron ninguna preparación para el cambio radical de la situación frente al estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 y con el tiempo se claudicaron abiertamente a la burguesía, precisamente en un momento en que se propiciaban oportunidades revolucionarias en varios países. Una concentración de este fenómeno fue el Partido Social-Demócrata alemán liderado por Carlos Kautsky, que contaba con millones de seguidores de entre las masas; cuando estalló la guerra, sus representantes en el parlamento votaron en apoyo de “su” gobierno imperialista y contra los otros imperialistas a pesar de que habían firmado, unos cuantos años antes, el Manifiesto de Basilea, que precisamente juró NO apoyar tal guerra y que, de hecho, consideró como crimen dicha guerra y juró utilizarla para acelerar la caída del “capitalismo”. En el curso de dirigir la revolución bolchevique y el estado socialista a que dio origen, Lenin libró una aguda lucha contra el revisionismo de Kautsky y otros de la Segunda Internacional y rompió decisivamente con dicho revisionismo. Vea más al respecto en Lenin, La bancarrota de la Segunda Internacional (Obras completas, tomo 22). [regresa]
2 La línea de R. Palme Dutt se desarrolla en su libro en inglés El fascismo y la revolución social (San Francisco: Proletarian Publishers, 1974). [regresa]
3 Jorge Dimitrov fue una figura dirigente de la Tercera Internacional (Comunista) o la Comintern, que Lenin fundó en 1919 poco después del triunfo de la revolución rusa. En 1929, Dimitrov se trasladó de la Unión Soviética a Alemania con la finalidad de encabezar la sección centroeuropea de la Comintern. En febrero de 1933 en Berlín, las autoridades lo arrestaron a él y a cuatro personas más y los acusaron de participar en el incendio del edificio del Reichstag (el parlamento). Adolfo Hitler, que había tomado posesión como canciller (el jefe de gobierno), y el partido nazi utilizaron el incendio como justificación para realizar arrestos en masa contra los miembros del Partido Comunista de Alemania y consolidar su dominio fascista del poder. Después de siete meses en la cárcel, Dimitrov y los demás fueron procesados. Se le declaró culpable y se ejecutó a uno de los acusados pero Dimitrov y los otros fueron deportados a la Unión Soviética.
Dimitrov presentó la línea del Frente Unido Contra el Fascismo en discursos pronunciados ante el VII Congreso de la Comintern en 1935 (Jorge Dimitrov, Lucha por el frente único contra el fascismo y la guerra, Barcelona: Nagsa, 1937). [regresa]
4 Véase Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung, de Bob Avakian (Chicago: Liberation Distributors, 1991), en particular el capítulo 2, “Guerra revolucionaria y línea militar”, así como el capítulo 1, “Revolución en los países coloniales”, que tratan los aportes de Mao al desarrollo de la teoría y la línea de la revolución de nueva democracia y la guerra popular prolongada en China y la manera en que todo eso se aplica en general en los países del tercer mundo. La edición en español aún está a la venta. Un corto resumen de algunos de los elementos principales de la estrategia de la guerra popular y de su aplicación a los países del tercer mundo se halla en “Sobre la posibilidad de la revolución”, que sale en el folleto de Revolución titulado Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, 1º de mayo de 2008, que también está en línea en revcom.us/a/102/possibility-es.html. [regresa]
5 Se hallan unas referencias a esta metáfora del “mapa multicolor y de múltiples capas” en algunas obras recientes de Bob Avakian, entre ellas, “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad”, parte 2, en línea en revcom.us y en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, 1º de mayo de 2008. [regresa]
6 Bob Avakian, From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist (Chicago: Insight Press, 2005). [regresa]
7 Se trata a fondo el punto sobre el “paracaídas” en “La base, las metas y los métodos de la revolución comunista”, de Bob Avakian, en Revolución Nos. 46-50, del 14 de mayo al 11 de junio de 2006 y en línea en revcom.us/chair-s.htm#labase. [regresa]
8 Enver Hoxha fue líder del Partido del Trabajo de Albania desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte en 1985, durante los años en que ese partido encabezaba el gobierno de ese país y declaraba que fuera socialista. Después de la muerte de Hoxha, se desenmarañaron el gobierno del país y el partido que él encabezó y el país cayó bajo el dominio de fuerzas que abandonaron abiertamente toda apariencia de “socialismo”. [regresa]
9 Véase en El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (septiembre de 2008), en línea en revcom.us o en forma de folleto de RCP Publications, 2009, y en la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (RCP Publications, 2008), más discusión del fenómeno de las fuerzas burguesas —“los seguidores del camino capitalista”— que surgen al interior del partido comunista, sobre todo en los niveles más altos, en particular en las situaciones en que el partido es la fuerza dirigente de la sociedad socialista, y de la naturaleza básica de la lucha revolucionaria contra los esfuerzos de restaurar el capitalismo de parte de los “seguidores del camino capitalista”. [regresa]